Al tiempo que observamos como
nuestros hermanos de América Latina aplican justicia a quienes amparándose en
cruentas dictaduras cometieron crímenes injustificables, España permanece ciega
y sorda ante el genocidio franquista y trata a sus víctimas como de segunda
categoría. Enfrente están las bien organizadas víctimas de la derecha,
ejerciendo una presión desmedida sobre las instituciones políticas, chantajeando
al país en los procesos de paz y manteniendo en el olvido a las “otras víctimas”,
las que aún permanecen desparramadas por cunetas, campos y pozos. Sus asesinos,
que no han pedido perdón ni han sido condenados, se pasean ufanos, los que aún
viven, para oprobio y humillación de todo un país. Argentina, Uruguay, Guatemala
son ejemplos recientes para que nuestros gobernantes lleven al Parlamento la
condena formal del régimen genocida y la particular de quienes fueron
responsables directos de aquellos crímenes.
Tienen que ser las Asociaciones para
la Recuperación de la Memoria Histórica y los familiares de las víctimas
quienes impulsen y protagonicen la visibilización de aquellos crímenes. Un ejemplo
de lo que decimos es la localidad ciudadrealeña de Chillón.
Dos meses después de finalizada la
Guerra Civil, el 3 de junio de 1939, nueve hombres fueron fusilados en Chillón.
La lista que cayó en manos de las fuerzas de Falange contenía diez nombres pero
uno de ellos, alertado con anterioridad, logró huir al monte y escapar del
destino que les esperaba a sus vecinos. En 1988 ese hombre promovió, junto con
el hijo de Alfonso Capilla, uno de los fusilados, y la corporación municipal,
la edificación de un monolito en
honor a sus compañeros.
El pasado miércoles, los miembros de
la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) comenzaron el
segundo y definitivo homenaje para los fusilados de Chillón: los trabajos de
exhumación en la fosa que los alberga dieron su fruto con la localización de
los primeros restos. La tarea que comenzó el pasado lunes y se prolongará
varios días se está realizando a
petición de los familiares de las víctimas, que contactaron con la
asociación el pasado mayo tras saber que en el municipio vecino de Puebla de
Don Rodrigo estaban trabajando en la fosa de varios guerrilleros
antifranquistas, integrantes todos ellos de la partida del Manco de
Agudo, exhumado recientemente en Retuerta del Bullaque.
Un descendiente directo del militante
ugetista Julio Segador Núñez, ha publicado recientemente “El Crimen del Contadero. Los Nueve Asesinados de Chillón”, y en la
investigación ha tenido el apoyo del alcalde socialista Jerónimo Mansilla.
Como un "asesinato" define
Luis Miguel lo ocurrido en Chillón hace 72 años. "Los sacaron de la ermita del Santo Cristo donde esperaban un juicio que
nunca llegó". El dolor que ocasionó a su familia la muerte de su
bisabuelo ha alcanzado a las últimas generaciones. "Es un tema del que siempre se hablaba en casa, aunque en el pueblo era
como un secreto".
La noche del 3 de junio de 1939, Julio
Segador, a diferencia de sus ocho compañeros de destino, se encontraba en su casa. "Se lo llevaron la misma noche y lo
asesinaron junto a los que estaban encerrados en la ermita; tenía 39 años".
Sus cuerpos fueron abandonados en el gran agujero que dejó en la tierra la
explosión de una bomba durante la contienda y que sirvió de fosa común.
El bisnieto ha tratado de buscar las
causas que llevaron a los nueve de Chillón a pasar por las armas de la
represión franquista. Algunos de ellos tenían algún tipo de vinculación
política, como su antecesor, que militó en UGT, o Pablo Madrid, juez de Paz del
municipio y afiliado a Izquierda Republicana. Marcelino Agudelo, otro de los
fusilados, fue concejal durante unos meses, según las investigaciones de Montes
y Mansilla. A Bernardino Gallego, el menor del grupo, de 17 años, le acusaron
de "dar mítines políticos".
Pero su verdadera actividad era "leer el periódico a los mayores en el casino
del pueblo", aclara Montes. A casi todos se les podía
relacionar con ideas de izquierdas pero los investigadores creen que las
muertes no respondieron a motivos políticos: "La ley de Franco era sembrar el terror, por eso los mataron".
'Menos Franco y más pan
blanco'. Algunos de los fusilados del paraje de El Contadero pasaron por la
prisión que se instaló en la ermita del Santo Cristo acusados de exponer un
cartel con la consigna "Menos Franco
y más pan blanco". "Poco
después se identificó al verdadero
autor del cartel", esclarece Montes, un hecho que, sin embargo,
de nada les sirvió para eludir la muerte.
En estos trabajos de exhumación están
colaborando 12 voluntarios entre arqueólogos, antropólogos sociales y
psicólogos que esperan extraer las "evidencias" que prueben los
asesinatos y presentar la correspondiente denuncia ante la Guardia Civil. Una
vez que se proceda a la identificación, los familiares desean enterrarlos
juntos pero, esta vez, en el cementerio.
El paraje donde está la fosa ya está
señalado como un lugar de memoria al que los vecinos de Chillón acuden cada 3
de junio y cada 1 de mayo.
interesante
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