miércoles, 25 de abril de 2012

Portugal 25 de abril: una canción y un clavel


“¿Cómo  unir el sueño y la acción? La acción sin el sueño, incluso sin utopía, no es nada. Pero la utopía sin capacidad de acción tampoco es gran cosa”. Con estas palabras, el socialista francés François Mitterrand saludaba a Mario Soares que acababa de asumir responsabilidades gubernamentales. Estábamos en 1976, en Lisboa se celebraba el congreso del Partido Socialista Portugués y habían pasado dos años de la revolución de los claveles (revoluçao dos cravos) que acabó con cuatro décadas de dictadura.
« Grandola, vila morena
Terra da fraternidade
O povo e quem mais ordena
Dentro de ti, o Cidade. »
24_portugal“….Grândola, vila morena / Em cada esquina um amigo / Em cada rosto igualdade…..”
Grandola fue la consigna. La voz de José “Zeca” Afonso entonando las estrofas de una canción hasta entonces prohibida, poco antes de la media noche del 24 de abril de 1974 en el dial de Rádio Renascença (Radio Renacimiento), se convirtió  en la voz y el himno del “movimiento de los capitanes”; fue el detonante para que los oficiales del Movimiento de las Fuerzas Armadas (MFA) – un movimiento clandestino de militares marxistas, progresistas o simplemente demócratas, radicalizados por los desastres de las guerras coloniales en Africa- pusieran en marcha el golpe de Estado imaginado por el comandante de artillería Otelo Saraiva de Carvalho, y  se apoderaran de las armerías y la munición de los cuarteles, y de los estudios de la radio y la televisión públicas portugués.
El 25 de abril de 1974 Portugal se liberó de medio siglo de dictadura fascista. En el corto espacio de una noche, una revolución pacífica terminó con el régimen. El poder se rindió sin oponer resistencia, sabiendo que había perdido. La mañana del 25 de abril el sol brillaba de una forma especial en Portugal.
El carácter popular del ejército (el servicio militar era obligatorio, la mayoría de los jóvenes portugueses pasaban 4 años en las colonias enfrentándose a las guerras de liberación) fue decisivo para el triunfo de una revolución que empezó en los cuarteles. Pero el 25 de abril no fue solo un golpe de Estado militar. A pesar de que el MFA pidió que la gente no saliera a la calle, temiendo actuaciones incontroladas, una marea humana invadió las calles de Lisboa, y otras ciudades del país, desde primeras horas de la mañana. Era un día de mercado en el centro de la capital y los floristas tenían los puestos rebosantes de claveles. El « cravo » prestaría entonces su nombre a la revolución.
Había sonado la hora para un régimen conservador, autoritario, nacional-católico y  tradicionalista, que llevaba casi medio siglo apoyado en un ejército, que finalmente propició su caída, la gran burguesía de la banca y el comercio y los grandes propietarios latifundistas. El sucesor del dictador Antonio Salazar, muerto en 1970, el primer ministro Caetano, asediado por el MFA dimitió y entregó el poder al general Spinola, antes de huir a Brasil, donde gobernaba otra dictadura militar. El golpe de Estado apenas generó violencia; tan solo el ataque a la sede de la PIDE, la policía política del régimen –hermana gemela de nuestra brigada político-social- terminó con unos cuantos muertos y un gran número de heridos.
Las figuras de la resistencia comenzaron a regresar del exilio. La fotografía de un clavel en el cañón del fusil de un soldado es la representación de la esperanza democrática de un país. Se redacta una Constitución democrática y se inicia la II República. Portugal empieza una era nueva y abre la puerta al soplo de libertad que iba a recorrer después el sur de Europa: tan solo tres meses más tarde, el 24 de julio de 1974, caía la dictadura de los coroneles en Grecia y un año más tarde se extinguía de muerte natural la dictadura española.
El carácter aparentemente espontáneo de la revolución portuguesa de 1974 no lo fue tanto. Durante más de 40 años y con las escasas armas de que disponían, la oposición a la dictadura había luchado, primero bajo la dirección del Partido Comunista y después alineándose en sucesivos movimientos maoístas (MRPP, PCP-ml) o trotskistas y guevaristas (al estilo de la Liga Comunista revolucionaria). En un país que llevaba varías décadas de dictadura e inmerso en unas guerras coloniales que vaciaban las arcas, la revolución estaba siempre latente. Un año antes, el Movimiento de los Capitanes, se reunía en Estorial y por primera vez escuchaba hablar de “revolución armada”, “cualquiera que sea el precio, cualesquiera que sean las consecuencias para nosotros”.
Terra da fraternidade
Grândola, vila morena
Terra da fraternidade
O povo é quem mais ordena
Dentro de ti, ó cidade
Dentro de ti, ó cidade
O povo é quem mais ordena
Terra da fraternidade
Grândola, vila morena
Em cada esquina um amigo
Em cada rosto igualdade
Grândola, vila morena
Terra da fraternidade
Terra da fraternidade
Grândola, vila morena
Em cada rosto igualdade
O povo é quem mais ordena
À sombra duma azinheira
Que já não sabia a idade
Jurei ter por companheira
Grândola a tua vontade
Grândola a tua vontade
Jurei ter por companheira
À sombra duma azinheira
Que já não sabia a idade
El 1 de mayo de 1974 Lisboa era una fiesta. El sol brillaba y las calles rebosaban de gente. Había claveles rojos en  la ropa, los balcones y las bocas de los fusiles. En lo alto de una cuesta, los voluntarios montaba guardia frente al último reducto de la Pide. En el Teatro San Carlos cantaban  Zeca Afonso y todo parecía augurar un futuro de paz y prosperidad. La foto fija de aquel día, pese al tiempo y los avatares de todo tipo, es la de un pueblo feliz viviendo intensamente la libertad recobrada. El resto es historia, está en los libros y la conocemos todos.
La fuerza simbólica de la revolución de los claveles ha perdurado hasta hoy mismo. Para los portugueses significó la victoria de los movimientos de liberación en Africa y para muchos europeos una esperanza, aunque al final el movimiento d e los militares estallara en pedazos en las luchas entre radicales y moderados, Portugal haya ido perdido todas las conquistas de aquel año y medio de libertad, los sucesivos gobiernos hayan abdicado sin pausa de las conquistas sociales y hoy el país y el pueblo se encuentran hundidos en la peor de las crisis, que comparten con españoles y griegos. La historia de aquella revolución de los claveles es la de una revolución perdida, seguida de un crecimiento artificial y especulativo muy similar al vivido en España en las últimas décadas. Las cifras oficiales  dicen que medio millón de portugueses han abandonado el país en los en los últimos cinco años.
Pese a todo,  nada ha conseguido apagar la llamar del 25 de abril ni los ecos de Grandola, que siguen sonando en las emisoras portuguesas recordando que hay un pueblo vivo, ayer de uniforme y hoy en las filas del paro o reiniciando el camino de la emigración, exactamente igual que sus abuelos en la primera mitad del siglo XX: si ayer los destinos eran Francia y Alemania hoy son las antiguas colonias, Angola y Brasil. A veces la historia involuciona sobre sí misma.
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