domingo, 8 de julio de 2012

¿NOS SALIMOS O NOS QUEDAMOS EN EL EURO?


La carta que el ministro Guindos envió el 25 junio pasado al presidente del “Eurogrupo”, solicitando el rescate del sistema financiero español, ha cambiado radicalmente el marco de los debates que mantenía la izquierda sobre las relaciones con Europa. En los últimos tiempos, con la crisis desatada, esos debates se han centrado sobre la conveniencia de mantenerse en la unión monetaria o la necesidad de abandonar el euro, así como en proponer alternativas, tanto para progresar en la construcción de Europa corrigiendo las manifiestas carencias de lo avanzado hasta aquí como para afrontar los problemas particulares de la economía española. Pero todo esto se ha modificado con la mencionada carta.

4_pedrom©Joan Picornell
Hasta ahora, todo el proceso de integración europeo ha supuesto una cesión de soberanía de los países a las instituciones de la UE, cada uno de ellos hasta donde le pareció adecuado. Y así, si 27 países son los que conforma la UE, sólo 17 pertenecen a la unión monetaria y comparten el euro como moneda común. En ese marco han tenido lugar importantes controversias en la izquierda, por más que sobre el papel todo parecía sencillo: el euro constituía la clave de bóveda de la construcción neoliberal Europa, algo que con buen sentido la izquierda debía combatir, pues suponía entregarle a la burguesía el mejor contexto y todos los recursos para librar con éxito la lucha de clases, por decirlo sencilla y escuetamente. Los resultados están a la vista y, si no fuera por la confusión dominante, habría poco que discutir en la izquierda.
La lista de las renuncias por parte de los Estados resulta muy larga. Desde que se abandonó la política arancelaria para integrarse en el Mercado Común, pasando por renunciar a una moneda y una política monetaria propias para formar parte de la unidad monetaria, hasta el reciente Pacto de Estabilidad para el control de las finanzas publicas, que ha exigido modificar, y degradar sus contenidos sociales, de nuestra Constitución. No obstante, hay que admitir que se trataba de cesiones de soberanía hechas desde la propia soberanía de cada Estado. En otro plano, el militar, por ejemplo, sería como autorizar bases extranjeras en el territorio nacional a través de negociaciones y acuerdos entre dos estados soberanos, sin perjuicio de las diferencias de poder entre ellos.
Sometimiento a los dictados de la UE
Pero desde el momento en que nuestro país ha solicitado ser rescatado por la UE, significa que renuncia a su soberanía y se somete a los dictados de las instituciones europeas. Por eso la discusión, y el desenlace que ha tenido, sobre si la UE ofertaba ayuda o era el gobierno español el que debía pasar por el trance humillante de pedir el rescate.
Con el rescate ya no se puede hablar de cesiones de soberanía sino de la pérdida de ella.
Decía Guindos en su carta: “Tengo el honor de dirigirme a Usted, en nombre del Gobierno de España, para solicitar formalmente asistencia financiera para la recapitalización de las entidades financieras españolas que así lo requieran”. Desde ese momento, nuestro país está sometido, rescatado, intervenido, tutelado, cautivo…. Cualquier palabra de este tenor es útil para dejar clara la situación, y hay que no dejarse arrastrar, como pretende el gobierno, a discusiones semánticas que sólo tienen como objetivo confundir a la ciudadanía y ocultar la gravedad de lo ocurrido.
Cuando en los momentos de alta tensión, como en mayo de 2010 o agosto de 2011, el presidente Rodríguez Zapatero hablaba de estar al borde del abismo, se refería a los riesgos de tener que ser rescatados. El gobierno del PSOE, frente al cúmulo de desastres de su gestión oponía el triunfo de haber evitado el rescate del país. Y lo que más temía el nuevo gobierno del PP era tener que ser rescatado, y de ahí la voluntad de impedirlo, aplicando una política de extrema crudeza adelantándose incluso a los deseos de los poderes económicos europeos, y de intentar manipular a la opinión pública convirtiendo un rotundo fracaso en una exitosa misión.
Con la crisis que ha desencadenado el euro en algunos países y los rescates que se han puesto en marcha – para Grecia, Irlanda, Portugal y España, incapaces de hacer frente a su endeudamiento exterior -, ya no se puede hablar de cesiones de soberanía sino de la pérdida de ella. Nuestro país no es soberano, y lo de que el poder descansa en el pueblo soberano ha dejado de ser verdad, si alguna vez lo fue. Por volver al ejemplo militar, se podría decir sencillamente que nuestro país se ha rendido de modo incondicional y esta ocupado por fuerzas extranjeras (financieras pero extranjeras). El comisario europeo Almunia ha cerrado toda tentación de disimular o maquillar el carácter de las condiciones que impondrá la UE a cambio de muchas decenas de miles de millones de euros: “las sugerencias de la UE son obligaciones que habrá de cumplir nuestro país”. La próxima subida del IVA está ya dictada desde la comisión europea. Todo muy claro y, por lo demás, obvio.
La nueva situación obliga a cambiar la naturaleza del debate en la izquierda sobre las relaciones con Europa
Cambiar la naturaleza del debate en la izquierda
La nueva situación obliga a cambiar la naturaleza del debate en la izquierda sobre las relaciones con Europa. Ya no cabe, como se ha hecho hasta ahora con bastante ingenuidad, apostar por seguir en el euro y al mismo tiempo pretender el rechazo de las medidas regresivas de todo orden impuestas por el gobierno, porque este es ya una marioneta, actúa ahora sólo como delegado de las instancias europeas, como simple ejecutor de lo que se disponga en Bruselas o Berlín. Ahora las opciones son distintas: someterse resignadamente a lo que dispongan los poderes económicos europeos o declararse en rebeldía, rechazar los falsos rescates, no aceptar la intervención y romper con la unión monetaria cualesquiera que sean las consecuencias.
Se acabó una etapa para la izquierda. Se acabó huir de la realidad y proponer salidas progresistas a la crisismientras el país se hunde con los ajustes y los recortes económicos. Se acabó poder mirar por otro lado mientras se demuelen los derechos sociales y la barbarie se implanta como la normalidad. Se acabó denunciar sin ir al fondo de las causas la ruina a la que se arrastra al país y el sufrimiento sin esperanza al que se somete a nuestra sociedad.
Crónica Popular
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