domingo, 30 de agosto de 2015

UNIDAD POPULAR SI, PERO POR ENCIMA DE INTERESES PARTIDISTAS

A ciertos dirigentes políticos no se les cae de la boca la expresión “Unidad Popular” pero, viendo sus reacciones ante las experiencias locales para concretarla da la sensación de que o no saben qué es realmente la unidad popular o, lo que es peor, juegan con las palabras porque en realidad no les interesa apoyarla.
Salvador Allende en un acto electoral
Veamos primero su significado recurriendo al diccionario de la RAE: ‘unidad’ procede de ‘unión’ y esta a su vez, en una de sus acepciones, se explicaría a través de términos como alianza o confederación. Pero, leyendo un poco más abajo encontraríamos una segunda acepción que se ajustaría más a lo que entiendo por unidad popular. La unidad se entendería entonces como “la conformidad y concordia de los ánimos, voluntades y dictámenes”. Es decir, que la unidad recogería los ánimos y las voluntades, en este caso POPULARES, que en sus particularidades, intereses diferentes y formas de buscar cambios, rupturas y transformaciones sociales se encontrarían actualmente separadas frente a la unidad del capitalismo neoliberal o la socialdemocracia, su igualmente regresiva marca blanca. En esta coyuntura, los ánimos y la voluntad ciudadana en un entorno de conformidad y concordia de intereses y voluntades comunes buscarían un bloque heterogéneo común. Y esta conformidad y concordia estaría en buscar los puntos comunes de transformación y ruptura.
Un antecedente histórico de la Unidad Popular lo tendríamos que buscar en las elecciones chilenas de 1970, en las que distintos partidos de izquierda se presentaron bajo una candidatura y programa común. Unas elecciones en las que Salvador Allende y Pablo Neruda se disputaron quien encabezaba la candidatura. La historia nos cuenta quien fue elegido para liderar el proyecto y permitir el triunfo de las izquierdas en Chile. El final de aquella experiencia también lo conocemos: un golpe de Estado orquestado desde Washington bajo la sombra alargada de la operación Cóndor, que retrasó durante décadas el sueño de cambio en América del Sur.
Pero, veamos si las propuestas de Unidad Popular que algunos dicen apoyar coinciden con la experiencia chilena. Están quienes dicen “somos la unidad popular, ven, aceptaremos a todo el que venga”. Esto es, ofrecen su paraguas, sus siglas y sus propuestas programáticas sin concesiones y sin moverse un solo centímetro para buscar la convergencia y la unidad de acción. Otros, en cambio, no tienen problema en cambiar de objetivos y programas según les traten las encuestas electorales. Son la copia mala del marxista Groucho cuando decía: "estos son mis principios, si no le gustan tengo otros".
También están los que creen que la Unidad Popular consiste en montar listas electorales sumando siglas y escogiendo a los candidatos mediante primarias cuando tienen asegurado el resultado. Eso sí, aceptan, por quedar bien, que se integren algunos movimientos sociales para dar imagen de pluralidad y porque dan bien en la foto. Pero la convergencia que representan no es programática o conceptual sino sobre quién se coloca en la candidatura y en qué orden. La batalla reside en ver quién ocupará los lugares más altos en la lista unitaria y no en buscar la Unidad, y mucho menos la Unidad Popular.
En mi opinión, la Unidad Popular va mucho más allá. Es independiente de si la gente milita o no en partidos, movimientos sociales, colectivos etc. Es constatar si se está o no de acuerdo en unos puntos básicos, auténticas líneas rojas tras las que las voluntades y ánimos se suman para crear un contrapoder popular, un bloque hegemónico. Lógicamente han de ser puntos básicos, capaces de hacer converger el ánimo y la voluntad para crear una sociedad rupturista frente a un sistema colapsado que nos arrastrará a todos en su caída si no somos capaces de superar los intereses partidistas o sectarios y los egos personales.
De cara a las próximas elecciones generales, podrían ser punto de partida algunos de los objetivos básicos aprobados por el Frente Cívico en su asamblea constituyente. Objetivos surgidos del consenso y el debate profundo y que podrían ser la base sobre la que construir la Unidad Popular. Unos puntos para afrontar la situación de emergencia social creada por el austericidio y la política de tierra quemada que aplican los gobiernos liberales bajo el mandato de la Troika. Para cambiar el actual estado de cosas habría que ponerse de acuerdo en:
1.    Un referéndum para decidir sobre el pago de la deuda, tanto la legítima como la ilegítima.
2.    Un Salario Mínimo Interprofesional (SMI) de 1.000 euros al mes y ni una sola pensión por debajo del SMI.
3.    Una Reforma fiscal que garantice el pago de impuestos según las rentas e ingresos de la persona.
4.    La creación de una Banca Pública.
5.    La Nacionalización de los sectores estratégico de la economía.
6.    La Nacionalización de la gestión de los transportes, el agua y la electricidad.
7.    Iniciar el debate sereno sobre la Europa económica surgida de Maastricht y nuestra vinculación a ella.
Tampoco podemos olvidar las elecciones autonómicas. Unas elecciones en las que, en el caso de Catalunya, la cuestión social ha quedado desplazada por la cuestión nacionalista. Por ello, en las elecciones de septiembre, la Unidad Popular tiene que reconducir el debate electoral hacia la cuestión social para que la mayoría ciudadana pueda realmente opinar y decidir sobre el modelo de sociedad que mejor garantiza sus derechos. Además, la cuestión social, verdadero eje central de la Unidad Popular, tendría que contemplar las siguientes prioridades:
1.    Renta básica garantizada.
2.    Sanidad pública, universal y gratuita.
3.    Enseñanza pública, laica y de calidad.
4.    Un sistema universitario público y accesible a la Sociedad en su conjunto, sin tasas discriminatorias.
5.    La gestión pública del transporte, la energía, el agua, y otros Servicios públicos principales.
6.    Ni un solo desahucio más.
7.    Fin de la pobreza energética.

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