domingo, 29 de octubre de 2017

PACTO NACIONAL DEL AGUA DEL PP. MÁS TRASVASES

Canal del Trasvase Tajo-Segura
¿Falta alguna infraestructura en el ámbito del Plan de cuenca? ¿Faltan interconexiones en la cuenca para garantizar las demandas, para dar una mayor garantía? ¿Se necesita agua de otra cuenca, por tanto, es necesaria una transferencia desde otra cuenca?
Estas son, según el documento de trabajo del Ministerio de Medio Ambiente las cuestiones más importantes que se plantean en el Pacto Nacional del Agua que el Gobierno central quiere tener cerrado antes del próximo verano, y cuya negociación política va a coincidir con eventuales factores de tensión: unos de carácter territorial, como el conflicto catalán y el debate sobre el futuro del sistema autonómico tras la aplicación del art 155 en Catalunya, y otro hidrológico, con una sequía que, además de causar una situación crítica en el arco mediterráneo, ha llevado a aplicar restricciones en el Duero y el Ebro, las cuencas más caudalosa del país, y a hacer que numerosos municipios y capitales de provincia de la mitad norte cierren sus fuentes.
El documento, -que sirve de base para un presunto proceso de participación pública de un mes en el que las confederaciones hidrográficas, a las que el Ministerio de Medio Ambiente ordenó cerrar las consultas en octubre, se reúnen, sin contacto ni envío de documentación previos, con agentes del ciclo del agua como regantes, industriales, empresas hidroeléctricas, administraciones y organizaciones ecologistas para sondear sus posturas-, revela cómo el Gobierno pretende dejar en un segundo plano los efectos del cambio climático para poner el acento, de nuevo, en las obras públicas y los trasvases.
El primer objetivo
En este sentido, el documento señala que la ejecución de nuevas infraestructuras, las interconexiones dentro de la misma cuenca y el aporte de recursos de otras cuencas puede ser una necesidad si se quieren mantener las demandas de agua y la estructura socio-económica de algunos territorios. Propone hacerlo dentro de una gestión integrada de todos los recursos hídricos que posibilite un uso sostenible del agua, aunque dejando en un segundo plano medidas como la reutilización de caudales, la desalación y la optimización y la modernización de los regadíos, que consumen más del 85% del agua del país, y relegando el cambio climático a la categoría de variable a tener en cuenta, ya que podría hacer más vulnerables algunos sistemas, dice el documento. La atención del déficit hídrico, que plantea solucionar con una visión amplia a escala nacional, donde se llegue a un entendimiento común, abre el listado de cuatro grandes bloques de ese Pacto Nacional del Agua.
Trasvases e impuestos al agua
Le siguen, como objetivos ambientales y junto con la implementación de los planes de sequía y de riesgos de inundación, el impulso al saneamiento y depuración en todos los ámbitos competenciales y la conservación de los humedales; especialmente el Delta del Ebro, Doñana y el Mar Menor, tal y como exige la UE, que tramita un expediente sancionador por su deterioro. Por último, la propuesta incluye una serie de modificaciones en cuestiones de gobernanza entre las que prioriza la puesta en marcha de nuevas medidas de tributación ambiental que permitan una mayor recuperación de los costes asociados a los servicios del agua.
Además, el Gobierno desliza en el documento que espera tener cerrado el catálogo de trasvases e impuestos, para el que el MAPAMA comenzó a sondear a las comunidades autónomas en julio, el próximo verano, tras iniciar a principios de 2018 las negociaciones con los distintos grupos parlamentarios, a la vez que se sigue trabajando a nivel técnico.
La política hidráulica de hace un siglo
Esos contactos para el Pacto Nacional del Agua, al que ya han mostrado su rechazo 36 organizaciones ecologistas, irían en paralelo a la tramitación de los nuevos planes hidrológicos. Los primeros documentos de cada cuenca saldrán a información pública a principios de 2018, mientras que la revisión del Plan Hidrológico Nacional quedó activada el pasado enero con el decreto que, al aprobar los de demarcación, ya advertía de la existencia de una serie de situaciones de necesidad de recursos hídricos que, a decir de algunos planes, no pueden ser atendidas en el ámbito territorial del propio plan; y que por consiguiente deben ser elevadas para una futura revisión del Plan Hidrológico Nacional.
Como denuncia Laura Sánchez, de la Fundación Nueva Cultura del Agua, una de las entidades que ha participado en las reuniones previas, “el gobierno pretende abrir la puerta a la interconexión de cuencas y a los mercados de derechos de agua, vamos encaminados a la mercantilización del agua, a que las comunidades y los usuarios puedan vender parte de sus concesiones a los de otras cuencas”. Javier Celma, de Ecodes (Fundación Ecología y Desarrollo), añade que “están justificando que hay un proceso de participación sobre algo que no sabemos lo que es y sobre los que no tenemos unos indicadores de gestión mínimos para estudiar y debatir ya que solo hay cuatro puntos genéricos”, y anota que “echa en falta la escasa atención a factores como el cambio climático en los planteamientos del Gobierno” (...) “Hablar de trasvases en estos momentos sin más ni más parece una locura porque es necesario cambiar la gobernanza del agua. No tiene sentido mantener la misma política hidráulica que hace cien años y como si no hubiera pasado nada” (…) “Lo que estamos haciendo ahora no se va a sostener en treinta años”, asegura Celma.
Bruselas, Tarragona y Toledo
Mapa del Trasvase Tajo-Segura
Sin embargo, los planes trasvasistas de Rajoy y el MAPAMA encuentran obstáculos diversos en su aplicación. Entre otros los de tipo institucional.
Por una parte, el rechazo de la UE a las grandes transferencias de agua entre cuencas hidrográficas y al quebrantamiento del principio de unidad de cuenca. Y, por otra, la tirantez con dos comunidades autónomas cuyo apoyo resultaría clave para este tipo de proyectos como son Catalunya, en cuya zona sur la oposición a las captaciones del Ebro roza la unanimidad, y Castilla-La Mancha, que ve cómo el Tajo es esquilmado por los trasvases a la cuenca del Segura.
Además, los datos de la propia Administración ponen en tela de juicio la viabilidad de los objetivos políticos del Gobierno, ya que el mismo decreto de aprobación de los planes de cuenca recoge como el Ebro, la cuenca que en el último siglo ha sido señalada como principal donante en todos los proyectos trasvasistas (soporta ocho que suman 250 millones de metros cúbicos al año), no tiene agua suficiente para cubrir las demandas de su territorio. Según datos del Ministerio, una vez realizados los ajustes con el modelo de simulación general, los recursos totales asignados para regadío y ganadería se cifran en 7.681 hectómetros cúbicos al año, con un déficit de 875 hectómetros cúbicos. Eso, a expensas de que puedan cumplirse las previsiones científicas que apuntan a una merma de los recursos de hasta el 20% como consecuencia del cambio climático.
Paralelamente, la aplicación de la Directiva Marco del Agua comunitaria, que prima la resolución de los déficit hídricos con medidas de ahorro y reutilización de caudales, ha reducido de manera considerable la magnitud de lo que hasta finales del siglo pasado se consideraban carencias estructurales. En este sentido, el plan hidrológico de la cuenca mediterránea andaluza contempla actuaciones para reducir el actual déficit de 300 a apenas 100 hectómetros cúbicos anuales, mientras el del Guadalquivir prevé medidas para disminuir el suyo en más de 260 -de 560 a menos de 450- con un aumento de la demanda de 140, y el de las cuencas internas catalanas, que siguen registrando un desajuste de 104, pretender ahorrar 98 en una década. Eso, a pesar de que las plantas de desalación del litoral previstas para cubrir el consumo urbano, apenas producen cada año 130 de los 400 hectómetros para los que tienen capacidad.
Mientras tanto, los planes del Segura y el Júcar cifran la necesidad de transferencias hacia esos territorios, respectivamente y a falta de las medidas de ahorro, en 400 y 265 hectómetros cúbicos anuales. Cifras que son desmentidas por un informe de Greenpeace, según el cual la cuenca del Segura no tiene déficit pues dispone de entre 500 y 800 hectómetros cúbicos de recursos renovables más al año de los que la Administración reconoce.

 Plumaroja

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